Motivo por el cual es necesario efectuar una serie de disertaciones con respecto al peligro que representan para el “status quo” educativo, la revolución informática, alimentada por las llamadas TICs (Tecnologías de la Información y la Comunicación), las cuales al igual que en su momento la revolución industrial, han venido a cambiar por completo la visión del mundo.
Cuando hablamos de que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación se encuentran conformando un nuevo paradigma, con respecto a la relación comunicativa en la sociedad y, por tanto en los procesos de enseñanza – aprendizaje, pero dicho paradigma no sólo se limita a éste proceso, sino que abarca también los elementos de organización, gestión y significado.
Iniciemos poniendo en contexto la presente situación tecnológica, para lo cual citaremos las palabras escritas en 1989, por Roy Ascott profesor en la University of Wales College:
“La red aporta metáforas para la cultura del siglo veinte: interactividad, descentralización, la elaboración de ideas relacionadas desde una multitud de fuentes. La red es el origen de una conectividad ampliamente extendida y mediada, acelerada e intensificada por el computador, en la dirección de amplificar el pensamiento, enriquecer la imaginación y, con ambos, hacer que tanto nuestra memoria como las extensiones de nuestros sentidos se vuelvan más amplias y profundas. La red de computador significa el enlace persona – a – persona, mente– a – mente, memoria– a – memoria, indiferente a su dispersión en el espacio y su desgobierno en el tiempo. En esta extensión global, ante la idea de procesamiento, en su flexibilidad output (imagen/música/texto y la articulación de sistemas cibernéticos remotos, estructuras y ambientes) y en su capacidad para acomodar una gran diversidad de modos de input, los cuales están tratados digitalmente en bases de datos universales, se habilita el gran cambio del pasado arte del siglo veinte. Ello puede ser visto como el proyecto abovedado de nuestro tiempo: con el fin de hacer lo invisible, visible, y llevarlo a nuestros sentidos, para hacerlo disponible a nuestras mentes dentro de los límites de lo humano al contraer el espacio y el tiempo que, de otro lado, están más allá de nuestro alcance, fuera de nuestro rango perceptual, en el lejano lugar de nuestra mente[1].
La anterior descripción, consideramos pone de la mejor manera posible la idea actual de revolución informática, pero con la
1) Digitalización, que se refiere a la transformación de la información a un código digital, desde el cual puede ser tratada o transportada a otras configuraciones deseadas, para trabajar con y en ella.
2) Virtualización, la cual aporta un ambiente de simulación digital.
3) El trabajo en red, el cual funciona como vía de conectividad interactiva para todo tipo de información.
Con estos tres elementos podemos explicar el fenómeno operativo del internet y la World Wide Web, en la cual funcionan de manera análoga a nuestras mentes “El ciberespacio es fluido e inagotable como la mente, pero ni uno ni otra son exclusivamente materiales ni tampoco mentales. Y ciertamente es totalmente diferente a un espacio físico. Es simplemente un ambiente que permite todos los tipos imaginables de combinaciones, permutaciones y configuraciones de las redes”[2]
Por lo cual, nos encontramos ante una fuente casi inagotable de información que esta rebasando de manera considerable las capacidades de regulación de contenidos, por parte de “autoridades” reguladoras en todos los ámbitos y niveles.
En este punto es importante contextualizar el proceso enseñanza – aprendizaje, el cual debe considerar “a los educandos, y al educador, así como la definición de los objetivos educativos de enseñanza y aprendizaje, la selección y organización de los contenidos educativos, la elección de la metodología, los recursos didácticos, la consideración del tiempo, el lugar y la evaluación”.[3]
Pero que es aprender: “los psicólogos cognitivos afirman que aprender significa fundamentalmente que el educador debe enseñar a pensar, es decir, enseñar a conciencia, a reflexionar.
Aprender es:
- Pensar.
- Aprehender a conciencia.
- Reflexionar”.[4]
Del análisis de lo hasta aquí referido, podemos destacar que el peligro de la confluencia de las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza – aprendizaje, se encuentra, no en las características de éstas, es decir, sin importar la cantidad de información, la velocidad con la que se transmite, la imposibilidad de regular sus contenidos, la facilidad para su tratamiento y edición, todos estos elementos pueden ser canalizados en forma positiva, para obtener un aprendizaje productivo y constructor de conocimiento, que permita hacer énfasis en la capacidad requerida por parte de los individuos de dar aportes primeramente analíticos y posteriormente críticos en la utilización del conocimiento.
Convirtiéndose de esta manera, en un lastre del proceso más que en un facilitador del mismo, al resistirse a desarrollar competencias que le permitan enriquecer su práctica pedagógica con una reestructuración acorde a las necesidades del discente, el cual no req
Es por esto, que se corre el “peligro” de que las nuevas tecnologías al igual que en otrora época, otras tecnologías, las TICs peligren en convertirse en apoyos de los métodos tradicionales, volviendo a quedar como algo pasajero, sin ninguna trascendencia real en el sistema, en vez de ser el motor que genere una reingeniería, no sólo de la práctica pedagógica sino, a su vez, del sistema educativo, favoreciendo una transformación de fondo.
[1] Roy Ascott, <<Gesamtdatenwerk: Conectivity, transformation and Transcendence>> (A. E. 1989), Ars Electronica, facing the Future, T. Druckrey, ed. MIT University Press, 1999, p. 86.
[2] Derrick de Kerchove, <<McLuhan Program in Culture and Technology, Toronto.
[3] Antonio Gago Huguet, Modelos de sistematización del proceso enseñanza – aprendizaje, Trillas, México, 1999.
[4] Villalobos Perez-Cortes Elvia Marveya, Didáctica integrativa y el proceso de aprendizaje, Trillas, México, 2007
[5] Langer Ellen, El poder del aprendizaje consciente, p. 15.
