Al estar cursando la materia de Práctica Pedagógica I en el cuarto cuatrimestre de la Licenciatura en pedagogía, se me pidió que investigará cuales eran las prácticas profesionales del Pedagogo como profesional de la educación.
Y es así, como encontré que el perfil y las competencias del pedagogo se presentaban difusas e imprecisas por lo que, se despertó en mí, un interés en lograr una definición clara, que por un lado incidieran en el desarrollo de las instituciones educativas y por otro, permitieran conquistar en forma justificada la participación del pedagogo en el desenvolvimiento de sus competencias, desde una perspectiva integral que consolidará el cúmulo de posibilidades de desarrollo profesional.
Compartiendo en este tenor la visión del Dr. Pere Marquès Graells[1]
“Respecto a la profesionalización del pedagogo nos encontramos con una falta de nitidez en la definición de sus funciones por la sociedad, que no ha contemplado hasta ahora demasiados lugares de trabajo para estos especialistas.
A diferencia de lo que ocurre en otras profesiones, las demandas sociales de estos profesionales son escasas, están difuminadas y no son reclamadas por el público al que debe ir destinada su acción con la fuerza que se reclaman otros servicios”.[2]
Como se desprende de la lectura de los párrafos anteriores, podemos observar que la práctica profesional del Pedagogo se encuentra imbuida en un periodo de legitimación social, del cual depende en gran medida que al igual que como sucede con otras profesiones, el pedagogo logre trascender las aulas y consolide un amplio campo de desarrollo dentro de una sociedad que identifique en forma clara y determinada, las necesidades que pueden ser cabalmente solventadas por éste.
Motivo por el cual, es importante como estudiantes de la licenciatura en pedagogía, empezar a construir nuestro futuro profesional a través de estrategias determinadas para el logro del fin deseado.
Por esto, es fundamental conocer y concientizarse sobre el amplio campo laboral en el cual es posible desenvolverse.
En este punto podemos percibir que la mayoría de los estudiantes de pedagogía, al inicio, poseen una visión parcial y somera de la práctica profesional de nuestra especialidad.
Lo cual, conlleva a que, inicialmente sean muchas veces los mismos pedagogos, los que marginen el campo de acción, y por este hecho se ceda sin mayores argumentos y aspiraciones muchas oportunidades de desarrollo profesional.
Esta situación podría ser diferente si desde el desarrollo de la instrucción profesional se contara con un conocimiento claro de lo que se espera del pedagogo como profesional de la educación.
Retomando las ideas del Dr. Pere Marquès Graells con respecto a las dificultades de la consolidación profesional del pedagogo establece.
“A tales dificultades debe añadirse que la Administración Educativa apenas ha creado salidas específicas para los pedagogos. En cualquier caso, más allá de la dependencia de la Administración, es importante que el pedagogo demuestre su utilidad social resolviendo problemas reales, generando así la necesidad de su intervención”.[3]
Del análisis del párrafo anterior podemos inferir que aún siendo las instituciones educativas el cauce natural y prioritario del desarrollo profesional del pedagogo, encontramos que su participación se ve limitada en muchas ocasiones a la práctica magisterial.
Y aún cuando, la función magisterial está comprendida dentro del campo de acción del pedagogo, es necesario, precisamente que en este escenario educativo se inicie una reforma de paradigmas con respecto a las posibilidades y ventajas que conlleva el empleo de pedagogos en áreas claves del desarrollo escolar, como son los procesos de planeación, programación, operación, coordinación, evaluación y mejora continua, entre otros.
Espacios éstos, para los cuales seguramente el pedagogo cuenta con las herramientas, conocimientos, habilidades y actitudes necesarias para desarrollar en forma exitosa e innovadora, desde una postura crítica propositiva que permita estar a la altura de las actuales necesidades sociales, así como de las vertiginosos transformaciones tecnológicas que enmarcan el desarrollo educativo.
De esta manera, lograr coadyuvar rotundamente al desarrollo de las instituciones al elevar la calidad, de los servicios que éstas prestan, acercando notoriamente a las mismas, al mejor cumplimiento de su misión a través del fortalecimiento de su principal recurso, a saber, el capital humano, mediante el dominio de los valores y significados sociales que les da razón de ser.
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[1] Dr. Pere Marquès Graells Actualmente profesor Titular de Tecnología Educativa, director del Grupo de Investigación "Didáctica y Multimedia" y coordinador de Estudios de Tercer Ciclo del Departamento de Pedagogía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
[2] Tomado del artículo “Salidas profesionales en Ciencias de la Educación” publicado en http://dewey.uab.es/pmarques/uabsalid.htm#inicio, con fecha 10/2000.
[3] Tomado del artículo “Salidas profesionales en Ciencias de la Educación” publicado en http://dewey.uab.es/pmarques/uabsalid.htm#inicio, con fecha 10/2000.
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